Han pasado casi dos años desde que Nabyl llegó a complementar esta familia. Por ahora somos tres y así seguirá por un rato – eso es lo que esperamos – aunque no pongo en duda el amor que siento por mis dos chicas hay veces que pierdo la cabeza.
Esta entrada es más una catarsis que otra cosa y puede que no tenga ni pies ni cabeza, lo siento. Suele pasarme que llego del trabajo muy estresado, molesto, cansado y más. No he aprendido a separar los asuntos profesionales de los personales, en este ámbito creo sólo hay dos opciones; se logra o no.
Tampoco es que llegue soltando gritos, jamás sería capaz de eso, pero a veces una simple tontería me hace explotar he ignorarlas.
No me han visto en todo el día y lo único que me piden es convivir, pegarme una estampa en la cara, darme un abrazo, compartirme un pedazo del crayón favorito para pintar y aplico mi pretexto favorito «tengo mucho sueño, estoy muy cansado».
Creo que es la forma más fácil de escapar a mis responsabilidades como padre. Sé que está mal, es como dicen, primero debes aceptar el problema y sí, reconozco que algo me pasa.
No quiero perderme más momentos como lo he hecho hasta hoy gracias al horario de oficina, que hubiera dado por vivir el momento en el que aprendió a decir «abacho» y correr a los brazos.
No culpo al trabajo pues es una obligación, ni a mi familia por «no entenderme», ni siquiera me culpo a mí, es parte del crecimiento humano, si hubiera un atajo para ser el mejor padre ¿lo tomarías?
Cuando era adolecente escuchaba decir a mis primos, conocidos y en alguna ocasión cuando lograba sacar de sus casillas a mis padres: ¡qué difícil es ser padre, nadie te da un manual! Creía que sólo lo tomaban como excusa, no sé, para hacerte sentir mal y espantarte del futuro.
Ser papá no es difícil, sólo se trata de dejarte querer por un pequeño ser, que te pide lo cargues cada tres pasos y lo bajes enseguida, que mientras tomas agua te tome del rostro y te de el besos de piquito más cálido que jamás hayas sentido, también se trata de levantar a ese bebé del suelo que aunque sepas que hace un berrinche él/ella sabe que jamás lo dejaras a su suerte y siempre contará con tus brazos.
¡Ya sé cuál es mi problema!
No quiero que Nabyl siga creciendo, no quiero dejar de sentir sus manitas cubriendo mi dedo índice, bebé no quiero que dejes de pedirme el vaso de agua, deseo que siempre corras a mi cuando me veas llegar, exijo que siempre me necesites.
Cierra los ojos, respira hondo y recuerda esas palabras… ¡Estoy embarazada!