Muchas personas hablan de las segundas oportunidades que da la vida cuando desafortunadamente se vive un acontecimiento que impacta negativamente o altera la cotidianidad. Este no es mi caso, al menos no lo referente a tener una mala experiencia de vida, sino todo lo contrario.
No recuerdo con exactitud el día, lastimosamente es una cualidad de la que no estoy muy orgulloso ¡maldita falla en mi memoria! Pero estoy seguro que corría el mes de noviembre(espero no errar aquí), era un día común y corriente o al menos eso predicaba.
Cuando emprendí el regreso a casa, ansiaba llegar, botar las cosas, saludar y tirarme en la cama a observar el infinito que sólo yo observo en el techo de la casa. La realidad fue otra, me desperté en el transporte 10 minutos adelante de donde debía haber anunciado mi bajada, no contaba sino con dos pesos adicionales en el bolsillo así que tuve que volverme 10 minutos caminando, sonará a guion de película de terror, la lluvia me tomó por sorpresa.
No pudo haber retorno más molesto para llegar a casa, que ir con los zapatos mojados generando un chillido estridente en cada pisada, los chinos desparramados, cuidándome hasta de mi propia sombra y maldiciendo en todo momento el haberme quedado dormido.
Por fin escucho al perro ladrar, estoy por finalizar esta mala travesía, pero es aquí donde la vida me regala una segunda oportunidad, no de terminar bien el día, si no de volver a nacer.
¡Estoy embarazada!…
Si alguien me hubiera jurado que podría enamorarme de alguien sin siquiera conocerle, juzgaría de loco a quien pronunciará esas palabras.
Nabyl, cariño mío, ¿qué sería de mí sin tí?. Nada se compara a la ternura de tu presencia tocando mi alma. Llenas de calor todo mi cuerpo, creando magia en todo alrededor, cuando por las noches me permites rodearte en brazos, tu mirada atraviesa hasta el más remoto de mis sueños, mi vida se ha vuelto plena.
Ya no me permito crear una realidad si tú y tu mami no se hacen presentes en ella.
Tengo todo por agradecerles, cada mal día de trabajo se compensa con llegar a casa y perderme en tus negros ojos. Reposarte sobre mi pecho y sentir como sincronizamos nuestro respirar, pareciendo compartimos un mismo latir.
Elizabeth mi amor, gracias por brindarme días y noches de eterno conocimiento, cada que tengamos temor o desesperación basta con que miremos detrás, tenemos el más lindo de los motivos por el cual agradecer al universo habernos permitido cruzarnos en el camino de nuestra hija.
Tomemos cada llanto no como una queja lastimosa, sino como una oportunidad de llenarnos de paz, teniendo la posibilidad de calmar todos nuestros malestares contemplando su presencia y saber que si sentimos derrumbarnos su pequeña mano es capaz de sostener el mundo entero.
Mi segunda oportunidad es hoy y no la voy a desaprovechar.
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